Acompañar e intervenir, despatologizar y discriminalizar: operaciones inherentes a la educación
Resumen
Antes de comenzar, una primera cuestión que debo aclarar es que adhiero a la idea de que sujeto e institución son dos términos que hay que pensar juntos, no se oponen sino que se complementan.1 ¿Qué quiere decir esto? Que cada vez que use la palabra “sujeto” o “subjetividad” no me estoy refiriendo a la individualidad, a un cuerpo biológico separado del resto, sino a que el sujeto está asociado, sujetado, a algo. Está en relación con otra cosa que no es ni más ni menos que los otros sujetos
con los cuales se da la interacción humana. Sólo se es sujeto en relación a otro: eso es lo que me permite saber quién soy, y que hay otro semejante que me devuelve algo con la mirada, con el cual pensamos juntos, hacemos juntos, construimos juntos esto que llamamos humanidad. Y la otra cuestión que nos define como sujetos es que esa relación con los otros siempre es en el marco de una organización más grande que las personas: por ejemplo, las instituciones. No hay instituciones sin sujetos
y no hay sujetos sin instituciones: son las que habilitan ciertas formas de comportamientos y configuran tiempos, espacios, tareas, modos disponibles
de ser, de estar, de pensar, de decir, de hacer o de sentir.